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El compromiso académico en entornos virtuales: un debate necesario

El compromiso académico en la era digital: ¿qué ha cambiado?

La pandemia de COVID-19 transformó radicalmente las dinámicas de la educación, acelerando la transición hacia el aprendizaje virtual. Este cambio no solo trajo consigo nuevos retos para estudiantes y docentes, sino que también redefinió cómo entendemos el compromiso académico.

Hoy, desde nabbü, queremos abrir un espacio de reflexión en torno a esta transformación, aportando datos clave y planteando preguntas para el debate y la autocrítica.

¿Qué entendemos por compromiso académico?

El compromiso académico es un concepto multidimensional que abarca aspectos conductuales, afectivos, cognitivos y agénticos. Según Fredricks, Blumenfeld y Paris (2004), estas dimensiones permiten evaluar la participación activa del estudiante en su aprendizaje, desde su esfuerzo y persistencia hasta su implicación emocional y capacidad para personalizar sus experiencias educativas.

En el contexto virtual, estas dimensiones han adquirido nuevas formas. Los estudiantes han tenido que desarrollar habilidades tecnológicas, autorregular su aprendizaje y adaptarse a una educación mediada por pantallas. Pero, ¿ha sido suficiente este esfuerzo? ¿Qué tan eficaz es el aprendizaje cuando se pierde el contacto humano y la interacción directa?

Datos que invitan a la reflexión

Estudios como los de Reeve y Tseng (2011) destacan la importancia del compromiso agéntico, es decir, la capacidad de los estudiantes para tomar la iniciativa y enriquecer su propio aprendizaje. Sin embargo, muchos alumnos admiten que la falta de contacto presencial dificultó mantener este tipo de proactividad.

Durante la pandemia, los estudiantes adoptaron estrategias innovadoras, como el uso intensivo de plataformas colaborativas y la transformación de redes sociales en espacios de aprendizaje. Esto muestra una notable adaptabilidad, pero también evidencia desigualdades en el acceso a recursos tecnológicos y conectividad.

Las emociones desempeñaron un papel crucial en la adaptación al entorno virtual. Muchos estudiantes experimentaron ansiedad, aislamiento y frustración, pero también encontraron apoyo en comunidades virtuales de aprendizaje que fortalecieron su sentido de pertenencia.

La flexibilidad de los horarios virtuales dio lugar a una mayor autonomía, pero también fomentó conductas como la procrastinación. Algunos alumnos enfrentaron dificultades para organizarse, mientras que otros desarrollaron estrategias efectivas para gestionar su tiempo y mantener su compromiso.

 

Cuestiones en las que queremos hacer hincapié 

¿Cómo podemos garantizar la equidad en el acceso a recursos tecnológicos y conectividad?

La brecha digital sigue siendo un obstáculo para muchos estudiantes, limitando su capacidad para participar plenamente en el aprendizaje virtual. 

Te invitamos a la reflexión: si bien las instituciones han implementado soluciones como el préstamo de dispositivos o la creación de redes comunitarias, ¿son suficientes estas medidas?

Consideramos que establecer alianzas público-privadas para mejorar la infraestructura digital, así como diseñar planes educativos que combinen estrategias virtuales y presenciales para contextos de desigualdad son una medida esencial. Aunque también es importante promover habilidades digitales tanto en estudiantes como en familias, siempre desde la perspectiva de la accesibilidad.


¿Están las aulas virtuales preparadas para fomentar habilidades blandas como la colaboración y el pensamiento crítico?

La falta de interacción directa podría restringir oportunidades clave para desarrollar estas competencias ya que la falta de contacto presencial puede limitar el desarrollo de competencias como la comunicación, el liderazgo y el pensamiento crítico. Sin embargo, las plataformas digitales también permiten nuevas formas de interacción, como foros o proyectos colaborativos en línea. Aquí os nombramos las principales diferencias entre la educación presencial y la digital.

Entonces, ¿cómo podemos rediseñar estas aulas para potenciar las habilidades blandas de los estudiantes?

¿Es real el aumento de la procrastinación?

El aprendizaje virtual ha traído consigo una flexibilidad sin precedentes, permitiendo a los estudiantes organizar su tiempo. Sin embargo, esta libertad también puede traducirse en procrastinación y pérdida de hábitos académicos.

¿Deberían las aulas virtuales incorporar mecanismos más estrictos de seguimiento? ¿Cómo se puede motivar a los estudiantes a autogestionarse?

¿Cómo podemos diseñar aulas virtuales que no solo transmitan conocimientos, sino que también promuevan el bienestar emocional?

En estos casos la capacitación de docentes que puedan identificar y manejar situaciones de estrés es indispensable. Además, con la incorporación de actividades socioemocionales y herramientas de retroalimentación sería más sencillo reconocer a los estudiantes que necesitan de ayuda. Aquí te hablamos de aspectos básicos para marcar la diferencia como docente.

 

Un llamado a la acción

Directores, educadores, padres y estudiantes: los invitamos a reflexionar sobre cómo podemos construir juntos un modelo de educación virtual más inclusivo, efectivo y humano.

¿Estamos diseñando experiencias de aprendizaje que consideren la diversidad de estudiantes y sus contextos?

¿Cómo podemos apoyar a los alumnos en el desarrollo de la autonomía y la autorregulación?

¿Qué estrategias encontramos útiles para mantener la motivación y compromiso?

La educación está cambiando, y con ella nuestras responsabilidades como comunidad educativa. En nabbü trabajamos para transformar los desafíos en oportunidades.

Si esta es una de las cuestiones que te preocupa y necesitas debatirlo u obtener  más información, no tienes más que pedir tu asesoramiento sin compromiso alguno.

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